lunes, 6 de mayo de 2013

Visita a la Microestación de Biología


La visita a la Microestación de Biología de la universidad estuvo llena de una gran cantidad de información interesante que hasta el momento era totalmente desconocida para mí, pero sin duda lo que más me llamó la atención de todo, fue saber que hay diferentes microorganismos que pueden ayudar a recuperar los suelos erosionados y contaminados.


Vivimos en un mundo lleno de microorganismos, los hay en todas partes y de diferentes tipos, formas y tamaños. Hay tantas variedades que de acuerdo al lugar de donde se tomen las muestras a través de las que se estudian, podemos encontrar un ecosistema totalmente diferente, tanto en las clases de especies encontradas como en la cantidad de las mismas.
Quizá uno de los datos más curiosos e impresionantes que surgió durante la visita es que cada ser humano tiene entre dos y tres kilogramos de su peso sólo en microorganismos, bacterias y hongos. Y puede parecer muy repugnante, pues culturalmente estos seres los asociamos con la suciedad y el descuido en la higiene, pero lo cierto de todo esto es que la mayoría de esas especies son benéficas para nuestro cuerpo, y por lo tanto para nuestra vida. Sin ellas tendríamos 3 kilos menos de peso, pero sin duda también moriríamos, pues gracias a ellas podemos hacer cosas tan básicas y primordiales para nuestra vida como lo es la nutrición.

Con todos los organismos incluyendo las plantas, como pudimos verlo más específicamente en esta práctica, tanto bacterias y hongos establecen una relación de simbiosis, esto es que se ayudan mutuamente para poder sobrevivir. En la Microestación descubrieron este tipo de relación y ahora investigan una nueva forma de incentivar el crecimiento y la protección de  las plantas de agentes exteriores a partir de microorganismos benéficos para ellas. De la misma manera se hace con la restauración de suelos y la descontaminación de los mismos de sustancias tóxicas que imposibilitan la vida, se buscan microbios con características específicas que se alimenten de material contaminante y que puedan restablecer químicamente los suelos y ambientes para la aparición de la vida.

Toda esta búsqueda de alternativas más limpias y ecológicas se hace necesaria pues el hombre siempre ha tenido la tendencia a abusar de la naturaleza en beneficio propio, pero desconociendo los daños que hace al medio ambiente y en consecuencia a sí mismo.  Sin embargo, como nos decía el profesor, la manipulación de materias vivas tanto genética como no genéticamente, es un asunto delicado tanto del punto de vista biológico, como ético y moral, pues finalmente, a pesar de que todos estudios se hagan con la intención de tener todo bajo control, la naturaleza tiene sus propias leyes y su propio movimiento y nunca se sabrá cómo va reaccionar y cómo va a evolucionar.

Lo que me queda para rescatar de esta visita es la forma en cómo crece nuestra conciencia sobre lo vivo, y que ahora cuando vea una planta voy a saber que ahí no está sólo la planta, sino que en ella misma es un gran ecosistema, y que con ella hay una gran variedad de microorganismos que ayudan a que pueda vivir y a que exista tal y cómo la conocemos.




Briofitas: Un mundo bajo el microscopio.






En nuestra vida cotidiana, comúnmente solemos ignorar aquellas pequeñas cosas que nos rodean, pero más todavía esas pequeñas cosas de las que estamos compuestos.
A pesar de su tamaño, las briofitas son plantas muy interesantes que actualmente están siendo estudiadas por los científicos. Su importancia radica en la capacidad que tienen de absorción y retención de agua, interviniendo así en el balance hídrico de los bosques y en la reducción de la erosión en ciertos ambientes. En nuestros entornos antioqueños montañosos y en lugares de gran altura las podemos observar creando tapetes vegetales, sin embargo, las personas que no nos dedicamos su estudio, no somos conscientes de su existencia y mucho menos de su importancia, por lo cual pasan desapercibidas a nuestra vista e incluso las pisamos llegando a maltratarlas.

Cuando observamos las Briofitas bajo el microscopio, esas plantas tan diminutas y a la vez tan especiales, somos conscientes de la existencia de un microcosmos, de ese mundo que siempre está allí, que nos compone y nos da estructura, del que tanto hemos oído hablar en las clases de biología del colegio y en las consultas al médico, pero que nunca nos detenemos a contemplar.

A demás de toda su importancia biológica, este mundo microscópico guarda una composición y una geometría estética que se hace visualmente bella y equilibrada y que nos deja ver la sabiduría y a la vez la perfección de la naturaleza en esas formas orgánicas y espontáneas. Pero más allá de todo eso, observar una planta en el microscopio y saber que lo que se está viendo son pequeñas unidades llenas de vida, como lo son las células, y que estas pequeñas partes se unen para construir toda una planta, es una experiencia maravillosa y cargada de sentido.

Así nos damos cuenta de que nosotros también somos organismos compuestos por muchas pequeñas unidades de vida, de que no soy sólo yo, sino que somos nosotros los que vivimos en este cuerpo, pero sobre todo, de que a nuestro alrededor hay otras especies que a pesar de su “insignificante” tamaño, han sido orgánicamente construidas por la naturaleza, desde su más pequeño ladrillo y componente de vida con todo cuidado y perfección, y que si bien son distintos a nosotros, son organismos hermosos y completos que cumplen con una función específica para aportar al equilibro natural. Por todo ello, merecen nuestro cuidado, atención y respeto. 








Recorrido con otros sentidos




Al realizar el recorrido por la Universidad concentrándonos más en la relación que había de nuestro cuerpo con el entorno y en nuestras sensaciones, que en lo que nos dicen nuestros ojos cotidianamente, logramos conocer la universidad desde otros puntos de vista, desde diferentes aspectos y hacer un mapa de ella con nuestros otros sentidos. También habitamos una universidad sonora, una universidad aromática y una universidad que cambia de temperatura según sus diferentes espacios.

En este trayecto se hizo evidente la relación que hay siempre entre lo artificial y lo natural y como éste último, aún con el paso del tiempo, logra subsistir a pesar de los intentos humanos por mantenerlo controlado, creándose entornos híbridos en los que coexisten ambos elementos.

Igualmente, nos percatamos de que el ser humano lo que intenta hacer con sus creaciones y construcciones artificiales es, de alguna u otra manera, imitar lo que nos brinda la naturaleza. Por ejemplo, con sus edificios el ser humano emula la sombra y el resguardo que nos brindan los árboles, con las lámparas y bombillas inventa una nueva forma de controlar la luz que el sol nos provee. Sin embargo, a pesar de todos estos esfuerzos y aún con los ojos vendados, se logra percibir claramente la diferencia entre la fuerza y la vitalidad de lo natural y lo postizo e inerte de lo artificial, lo que nos lleva siempre a preferir lo natural, a sentirnos más tranquilos en ese ambiente y en cierto modo, a despertar el instinto de volver a nuestro origen y a nuestras raíces: la naturaleza.