Al realizar el
recorrido por la Universidad concentrándonos más en la relación que había de
nuestro cuerpo con el entorno y en nuestras sensaciones, que en lo que nos
dicen nuestros ojos cotidianamente, logramos conocer la universidad desde otros
puntos de vista, desde diferentes aspectos y hacer un mapa de ella con nuestros
otros sentidos. También habitamos una universidad sonora, una universidad aromática
y una universidad que cambia de temperatura según sus diferentes espacios.
En este trayecto
se hizo evidente la relación que hay siempre entre lo artificial y lo natural y
como éste último, aún con el paso del tiempo, logra subsistir a pesar de los
intentos humanos por mantenerlo controlado, creándose entornos híbridos en los
que coexisten ambos elementos.
Igualmente, nos
percatamos de que el ser humano lo que intenta hacer con sus creaciones y
construcciones artificiales es, de alguna u otra manera, imitar lo que nos
brinda la naturaleza. Por ejemplo, con sus edificios el ser humano emula la
sombra y el resguardo que nos brindan los árboles, con las lámparas y bombillas
inventa una nueva forma de controlar la luz que el sol nos provee. Sin embargo,
a pesar de todos estos esfuerzos y aún con los ojos vendados, se logra percibir
claramente la diferencia entre la fuerza y la vitalidad de lo natural y lo
postizo e inerte de lo artificial, lo que nos lleva siempre a preferir lo
natural, a sentirnos más tranquilos en ese ambiente y en cierto modo, a
despertar el instinto de volver a nuestro origen y a nuestras raíces: la
naturaleza.
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